miércoles, 28 de enero de 2009

De Polanco a La Habana (crónica de Alguien el octavo pasajero, publicada en METRO)


La verdad es que nunca había estado en la estación del Metro Polanco hasta esa ocasión que nos quedamos de ver ahí, en el lugar más común que pueda haber en el Metro: el reloj.
Uno a uno fueron llegando, primero yo, luego Diana, Liz, Aline y Carlos no, ya que a él lo veríamos afuera, lo cual resultó más caótico ya que Polanco es, al igual que casi todo el DF, un lugar imposible para estacionar un auto.
Salimos, habremos tardado como un par de horas y regresamos al mismo punto donde nos vimos, sólo que ya no llevábamos las manos vacías, parecíamos niños con juguete nuevo con nuestros boletos de avión para viajar a La Habana.
Recuerdo que nos ilusionaba ir antes de que al Comandante Fidel Castro se lo llevaran a calacas, y por fortuna todavía pudimos conocer la Cuba comunista.
Repasamos todos los lugares que conoceríamos y que en efecto conocimos. Hablamos de no dejar de ir a la Bodeguita por unos mojitos, y que delicia fue degustar esas bebidas frescas en el mismo lugar donde Hemingway estuvo.
También pensamos en cómo ir vestidos al Tropicana, ellas querían ir con sus mejores galas, digo chance y ligaban un cubano; todo para que a final de cuentas fuera yo el más fodongo en la pista de baile, y aunque el 'cover' fue muy caro, la verdad es que el espectáculo y las, ehmm, protagonistas del show lo valieron.
La gente sólo nos veía, yo digo que en el fondo nos miraban por envidia, porque ellos no irían a nuestra aventura. Así el Metro fue testigo de la planeación del viaje que nos marcó a todos, y a dos años de aquella hazaña ya se sienten las ganas de regresar.
P.D. Al Alcalde de Guanajuato, que intentó criminalizar el besarse en público para cuidar las 'buenas costumbres', nada más enviarle mis saludos: prrrrrrrttttttttt

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