viernes, 23 de julio de 2010

Historias de prisión

Por El Periodista Iracundo
Fotos: Cortesia de Alejandro Pastrana

Diferentes sentimientos causa ir a una cárcel por primera vez. La primera impresión es sentirse enojado al pensar que los reclusos se la viven bien a costa de los impuestos que pagamos todos.
Pero en cuanto comienzas a observar con más detalle, te das cuenta que si bien el castigo a esas “escorias” no es tan fuerte al dejarlos andar libre por los patios de la prisión, su realidad te saca del error, porque su castigo es peor que estar encerrados.
En días pasados tuve la oportunidad de entrar al penal estatal de Santiaguito, en Almoloya de Juárez para una cobertura de una función de lucha libre de la Asociación de Luchadores del Valle de Toluca.
Después de pasar por un primer filtro en el que tuve que dejar llaves, medicamentos, monedas y una identificación, me pusieron un sello en el brazo para poder salir después.
En un segundo filtro nos atendió una custodio bastante amable, quien nos explicó en qué consistía la prueba que nos estaba haciendo. En ésta te tallan las manos con una como servitoalla, la cual después meten en un aparato que detecta si se estuvo en contacto con alguna droga. Después de salir negativos los diez reporteros que estábamos continuamos el camino.
Allá adentro hay de todo, desde mujeres hermosas que pareciera que su delito fue ese, ser bella, hasta sicópatas “que no tienen remordimiento en matar a tres o cuatro”, como me comentó un custodio.
Las labores de ellos comienzan a las 7 de la mañana y terminan 12 horas después cuando los regresan a su celda. Mientras, se dedican a diversos talleres, a preparar la comida, a tallar en madera o, simplemente, a seguir parasitando como lo hacían, algunos, acá afuera.
¿Qué fue lo que vi? Pues los dormitorios como si fueran favelas brasileiras de mala muerte, hacinadas, sucias, con ropa colgada en los barrotes, con la idea que 6 personas difícilmente pueden dormir en esos espacios.





LAS HISTORIAS
Se llaman Centros de Readaptación Social (Ceresos), pero quien entra ahí, debido a las circunstancias, difícilmente se rehabilita, porque los sentenciados que siendo inocentes entran, por el ambiente, creo, terminan volviéndose locos, adictos, delincuentes o un poco de todo.
Por un lado me encontré con “Rey Estelar”, un hombre atlético, de 36 años, quien subió al ring a luchar una caída contra el “Azteca”. Comprensible si recordamos que era una función de lucha, pero lo interesante es que “Rey Estelar” (Jorge Ramírez Díaz) está preso y es el profesor de pancracio en el interior del penal.
Su delito, sin querer justificarlo, fue ser pobre y tener, como muchos otros, la ambición de más dinero. En entrevista para METRO TOLUCA, me comentó que era luchador de la Triple A, que su amigo es Mini Abismo Negro, a quien extraña, y que después de vivir en Aragón y Neza, proveyendo lácteos, un día alguien le ofreció llevar un tráiler de Toluca hacia una caseta, la cual no recuerda porque nunca había estado en esta zona.
Aunque lo iban escoltando, cuando la policía lo interceptó, el supuesto dueño del camión, que venía atrás de él en otro auto, desapareció. Le echaron 18 años y 6 meses, de los que ya lleva 5.
“Aquí el que se quiere rehabilitar hace su parte, yo además de dar clases de lucha, tallo madera y juego futbol americano”, dice mientras afirma que desea volver pronto a la calle mediante un amparo.
En tanto, Erasmo tiene como 35 años, su pinta impacta desde que lo ves. Dice que es la segunda vez que está en la cárcel, primero 6 años (1994 – 2000) y actualmente acumula 9 años más (2001 – 2010).
Él es la contraparte de Jorge, Erasmo está en otro mundo, no para de decir que él no hizo nada, que es el gobierno quien lo tiene encerrado, pero que nomás le faltan 5 años para ser libre de nuevo.
Su delito no lo recuerda, o no lo quiere recordar, víctima de los solventes, Erasmo, en sus pocos momentos de lucidez, además de echarle el perro a una fotógrafa, se acuerda que su mamá una vez le pidió arrodillada a su cama que dejara de intoxicarse.
Entre sus fantasías, menciona que después de salir en el 2000 se fue a Estados Unidos y que estando en California “yo vi cómo los árabes planearon lo de las Torres Gemelas”, asegura.
Así es la vida al interior del penal, dicen que otros como Barrientos, el de Texcoco o el Neza Bordo están peor, o que ahí mismo en Santiaguito, en la zona de los de alta peligrosidad se conoce el infierno en la Tierra. Si es o no es no me interesa, lo que me quedó claro que jamás me gustaría caer en un lugar así.